miércoles, 7 de diciembre de 2011

El tiempo corre, impasible. Las manecillas del reloj se mueven lenta pero irrefrenablemente.
La luz se va desvaneciendo, le deja paso a la noche. Luna llena. Las estrellas parecen más brillantes ahora que nunca.
El aire está viciado. Es una fiesta, o eso parece. Todos ríen y disfrutan a mi alrededor, todos parecen estar pasándolo bien. Yo no sé que siento, estoy perdido en un mar de sensaciones.
Una mujer pasa su mano sensualmente por mi pecho. Sé que su tacto es suave, aunque su piel no toque aún la mia.
Lleva los labios pintados de rojo y los ojos perfilados de negro. Sonríe. Su melena rubia enmarca un rostro simple, vulgar. ¿Voy a acostarme con ella? No.
Se aleja, meneando las caderas de un modo insinuante. ¿Espera algo? Si ese detalle era para captar mi atención a fallado en su intento.
Dejo que mi vista vague a lo largo y ancho de la sala. Ninguna de las personas de la sala admitiría nunca sus pecados, sus secretos más oscuros. Eso se guarda para los amigos íntimos, para el diario, para los cotilleos del servicio.
Resuenan las copas al golpearse unas con otras. Brindan ¿Por qué? Ha llegado un año nuevo, dicen.

Mientras observo más allá del horizonte que se otea desde el balcón de mi casa un joven se me acerca por detrás. Me rodea la cintura y apoya su rostro contra mi espalda.

- Mi nombre es Gabriel.
- Yo soy Lucifer.
- ¿Lucifer?

Suelta mi cintura y se coloca a mi lado, mirándome fijamente. No puedo evitar posar mis ojos en los suyos, son azules, como el cielo a plena luz del día.

- Tus ojos me recuerdan al cielo.
- Mucha gente me lo dice.

En silencio, miramos la ciudad que se extiende a nuestros pies. Parece sumergido en algún pensamiento, uno que yo no puedo siquiera atisbar.

- ¿Te gustaría adoptarme?
- ¿Adoptarte?
- Sí, adoptarme - se gira para dar con la espalda sobre la barandilla - No tengo lugar a donde ir, ni familia en la que apoyarme.
- No te conozco de nada.
- ¿No es más emocionante así?
- Puede...

Miro su rostro durante unos instantes. Su corta melena negra resalta su pálida piel de un modo perturbador. Los ojos azules son tan sólo una ínfima parte de la belleza de sus rasgos. Es más hermoso que las mujeres que he visto hasta ahora en mi vida.

- ¿Y qué me darás a cambio de quedarte conmigo?
- No lo sé - sonrie, enarcando una ceja - tendremos que descubrirlo.

¿Descubrirlo? Misterioso. Interesante. Sabe como llamar mi atención, como captar mi deseo de nuevas experiencias. Desde la muerte de mi amante no he hecho nada más que repetir una y otra vez mi rutina diaria.

- Está bien, quédate - me alejo de su lado y dejo mi copa sobre una mesa cercana - Cuando se acabe la fiesta ven a buscarme, te diré donde puedes dormir.

Su sonrisa no tiene descripción. Se gira de nuevo para encarar el paisaje. Mi ojos descienden desde su espalda hasta su trasero y se quedan unos segundos parados en su cintura. ¿Acaso no sabe lo provocativo que es? Sí, sí lo sabe. Y está jugando conmigo.

Entro al interior de mi casa. La fiesta está a punto de acabarse. La euforia me corroe. Todo parece más llamativo ahora.

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